Comentario
De lo que el capitán hizo habiendo recibido la cédula referida
Viendo la flojedad de esta cédula, y que faltaban en ella muchas cosas de las que yo había pedido y tenía precisas para mi jornada, volvía a hacer instancia en el Consejo de Estado que se me concediesen; y di para ello diferentes memoriales, y otros en que representé los daños que había de dilatar esta jornada, y que ya los enemigos ingleses y holandeses tenían noticia de ella, y que si no las ocupábamos, primero, podría ser que se apoderasen de aquellas tierras y mares. Lo que resultó de esto fue detenerme más, y mandar que para mi sustento se me diese cierta cantidad de dineros cada mes, y tres mil ducados de ayuda de costa por una vez, para pagar mis deudas, los cuales nunca se acabaron de cobrar. Esotros me fue dando de su mano el buen secretario Antonio de Aróztegui.
Di también otro memorial en que propuse el modo que pensaba tener en descubrir y poblar y gobernar aquellas naciones, huyendo de los daños que por ir por otros caminos se habían conocido en las demás descubiertas. Todo se oía y recibía bien; pero mi desgracia dilataba el despacho; y al cabo de muchos años el secretario Juan de Eiriza, me leyó y dio un papel que decía: "Lo resuelto por Su Majestad en los particulares del capitán Quirós: que en cosa tan grande es menester ir con mucha siguridad y saber de cierto lo que es, y Su Majestad holgara que le ayuden a descubrir lo que Quirós desea; y para esto vuelva al Perú y siga las órdenes que el virrey le diere, asegurándele que se le hará merced como si él solo lo descubriese." A este decreto respondí lo que me pareció convenir, volviendo por mi honra y la de mi causa, y afirmando que no había de ir sino con papeles y recaudos bastantes y muy claros y firmes.
Pero mientras más andaba el tiempo, más me iba atrasando en mi pretensión, por los contrarios que en ella tuve, y la poca confianza que se debía tener de mi persona, y de lo que prometía. Y como el Consejo de Estado no quiso resolver nada en este particular sin remitirlo al Consejo de Indias, se empeoró mucho mi causa, y don Luis de Velasco, que había venido por presidente de este Consejo, en lugar de alentarla por ser el que dio principio a ella en el Perú, y tener tanta noticia de la verdad que trataba, fue el que más me desfavoreció. Y últimamente, habiendo por este tiempo proveído por virrey del Perú a don Francisco de Borja, príncipe de Esquilache, y se conformaron entrambos Consejos en mandarme que me viniese con él, asegurándome que traía muy apretada orden de S. M. para despacharme llegado que fuese al Callao, y disponer todo aquello que yo le dijese ser necesario para mi jornada; en esta razón se hizo una junta en casa del presidente de Indias, en que se halló el nuevo virrey y me afirmó que era cierto lo que se me trataba, y podía fiarme de él, y que si tuviera mi despacho el menor dolo no se encargara de él por el valor de todo el mundo, porque era celoso de su reputación.
Con esto, viendo que en tantos años no había podido negociar otra cosa, y que tenía tan acabada la vida como la paciencia, me determiné de poner en sus manos la obra y la persona; y él me dijo: --Déjeme y verá lo que hago. Habléle después diferentes veces y procure enterarle de mi causa, y de lo necesario para ella, porque desde acá fuese dispuesto, y con ocasión de haber de enviar a Roma a pedir ciertas gracias a Su Santidad le pedí y me dio la certificación siguiente:
"Don Francisco de Borja, príncipe de Esquilache, conde de Mayalde, gentil-hombre de la Cámara del Rey nuestro señor, y su virrey y capitán general de los reinos del Perú. Certifico: que Su Majestad me manda que lleve en mi compañía al capitán Pedro Fernández de Quirós, para que desde el puerto del Callao te despache a la población de la tierra Austrial; y que esto sea cuando yo juzgare que es conveniente, y el estado de las cosas del Perú dieren lugar para cumplirse. Dada en Madrid a veinte y uno de octubre, año de mil seiscientos y catorce."